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Mostrando entradas de julio, 2014

No te rindas - Mario Benedetti

No te rindas, aún estás a tiempo De alcanzar y comenzar de nuevo, Aceptar tus sombras, Enterrar tus miedos, Liberar el lastre, Retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, Continuar el viaje, Perseguir tus sueños, Destrabar el tiempo, Correr los escombros, Y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se esconda, Y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma Aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo Porque lo has querido y porque te quiero Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo. Abrir las puertas, Quitar los cerrojos, Abandonar las murallas que te protegieron, Vivir la vida y aceptar el reto, Recuperar la risa, Ensayar un canto, Bajar la guardia y extender las manos Desplegar las alas E intentar de nuevo, Celebrar la vida y retomar los cielos. No te rindas, por

Cuento ¨Una bandeja de frutas¨ de Laura Devetach

Una bandejade frutas La siesta del monte se arrullaba con el sonido de las semillas, el crujido de las ramas y hojas secas, el tac tac de las langostas y el largo largo canto de las chicharras que lo cubría todo, como si extendiera una tela liviana. Los árboles estaban ocupados en dar frutas. Los animales las comían y todos estaban contentos. Todos menos el tapir, que andaba siempre rezongando y levantando tierra al trotecito. En medio de uno de sus rezongados paseos, el tapir encontró un chañar muy grande en el que brillaban las frutas ya pintonas. -Lindas frutas- dijo el tapir- Son mías. Me quedaré a cuidarlas hasta que maduren. Se acostó a dormir la siesta mientras las frutas iban tomando color. En eso pasó el tatú, que daba una vueltita por el monte con su amiga la tacuarita. Como siempre, del suelo al tatú y del tatú a la rama, la tacuarita cantaba: Debajo de la nariz, chuic, chuic, Se acuesta a dormir la boca, chuic, chuic, No puede agarrar el sueño, chuic,

"El Loco de Khalil Gibrán" - Martha Escobar

  KHALIL GIBRÁN EL LOCO (1918) Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió: Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando: -¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones! Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó: -Miren! ¡Es un loco! Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité: -¡Benditos! ¡Benditos sean los hombres que me robaron mis máscaras! Así fue que me convertí en un loco.

Lo fatal - Rubén Darío

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente. Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto, y el temor de haber sido y un futuro terror… Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos, y la carne que tienta con sus frescos racimos, y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, y no saber adónde vamos, ni de dónde venimos... Publicado por María Eugenia Maldonado

¿De qué tamaño es la bondad? - Leyenda africana

Hace mucho tiempo, en los días en que los animales y las personas podían hablar entre sí y entenderse, un cazador salió a cazar con su arco y sus flechas.  A poco de andar, oyó un extraño ruido y se detuvo a escuchar. El sonido provenía de un agujero en el suelo. ¿Qué era lo que hacía ese ruido? Era una rata, una ratita que se había caído en un hoyo y no podía salir. - ¡Ayúdame! –le suplicó al cazador-. Por favor, bondadoso señor. ¡Ayúdame a salir de aquí! El cazador inclinó su arco hasta el pozo. La rata subió por el arco y así pudo salir del agujero. - Gracias –dijo la rata-. Me hubiera muerto de hambre allí dentro. Hombre bondadoso, si alguna vez puedo ayudarte, lo haré. El cazador se rió. - ¿Qué? ¿Tú ayudarme a mí? ¿Una cosita tan pequeñita como tú? - Ya veremos –dijo la ratita. Y con una inclinación de cabeza, se escurrió por el camino. El cazador siguió su camino también. Pero no había ido aún muy lejos, cuando empezó a levantarse un fuerte viento y grandes nubes de

UNA BIBLIOTECA MUY ESPECIAL

HISTORIA DE UNA BIBLIOTECARÍA ESPECIAL SU VIDA REFLEJADA EN LA BIBLIOTECA Aurelia María Giacone nació el 6 de enero de 1958, en Capital Federal. Se casó tuvo cuatro hijos, siempre le gusto leer y estudiar, todo lo contrario a lo que hacía en buenos aires, donde atendía un almacén de barrio. En el año 1994 partió en busca de nuevos desafíos y se radicó en Tandil junto a su familia, donde no se imaginaba que el destino la llevaría a ser una bibliotecaria. Falleció el 27 de marzo de 2013 a causa de su enfermedad que le demandó una ardua lucha, pero habiendo dejado un legado inconmensurable para su familia y, muy especialmente, para la comunidad. Su interés por las bibliotecas comenzó al conocer a un grupo de mujeres que la contuvieron y acompañaron en el difícil momento que atravesaba, por su separación y encontrarse sola con sus hijos en esta ciudad. Con el correr del tiempo, fueron notando que junto a estas mujeres podía